Unidad
En la Declaración Universal por los Derechos Humanos se proclama los derechos inalienables inherentes a todos los seres humanos, sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, propiedades, lugar de nacimiento ni ninguna otra condición.
Este es, en efecto, un duro trabajo espiritual. Exponer las estructuras de la desigualdad y el prejuicio va al corazón de lo que significa ser espiritual.
Sobre todo, he aprendido una simple verdad: EL MANTENER SILENCIO NO AYUDA A NADIE. No sirve a mi hijo, mi familia, la comunidad LGBT, mi conciencia o a mi Salvador. Sólo perpetúa el problema, y no hace nada para disminuir el dolor y las injusticias experimentadas por tantos que amo.