Distancia emocional
Escrito por: Thomas Montgomery
Traducido por: Israel Flores Alvarez
Recientemente, me pidieron que diera una lección acerca del mensaje ofrecido en la Conferencia General de Octubre por el Élder Dale G. Renlund, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Las últimas lecciones que he enseñado han mostrado un gran desafío personal. Mi corazón estaba devastado desde que las nuevas políticas de la Iglesia se filtraron al mundo. Mi esposa y yo hemos estado íntimamente familiarizados con el sufrimiento de la comunidad LGBT mormona en muchos países: la tragedia, la depresión y la desesperanza, así como los corazones exhaustos. Los cambios en el Manual de Instrucciones, tal parece que estuvieran destinados a conducir a la comunidad LGBT de la Iglesia a la exclusión. Hasta los primeros días de Noviembre del 2015, la esperanza existía en los corazones de muchos miembros LGBT, de que podrían tener un lugar dentro de la Iglesia mormona. Este golpe ha cerrado la puerta a cualquier señal de paz o esperanza que puedan venir de Salt Lake City a hermanos y hermanas LGBT.
Pero al estudiar el mensaje del Élder Renlund, sobre todo la experiencia personal a la que hizo mención. Hizo que un sentimiento muy fuerte se agitara en mí.
«En mi profesión anterior, fui cardiólogo, especializándome en fallos cardíacos y trasplantes. Dado que muchos pacientes estaban gravemente enfermos, vi a mucha gente morir. Mi esposa, en broma, dice que era mal pronóstico ser uno de mis pacientes. Debido a mi experiencia con ese grupo de pacientes, desarrollé una especie de distancia emocional cuando las cosas se ponían mal. De esa manera, los sentimientos de tristeza y desilusión quedaban controlados.
»En 1986, un joven llamado Chad desarrolló una insuficiencia cardíaca y necesitó un trasplante de corazón. Le fue bien durante una década y media. Chad hizo todo lo que pudo para permanecer saludable y vivir una vida lo más normal posible. Sirvió en una misión, trabajó y fue un dedicado hijo para con sus padres. Los últimos años de su vida, sin embargo, fueron un desafío, ya menudo tenía que ir al hospital.
»Una noche, lo trajeron a la sala de urgencias del hospital con un paro cardíaco. Mis colegas y yo trabajamos durante mucho tiempo para restablecer su circulación. Finalmente, quedó claro que no se podía revivir a Chad. Desistimos de nuestros inútiles intentos y lo declaramos muerto. Aunque triste y desilusionado, mantuve una actitud profesional. Pensé en mi interior: “Chad tuvo buenos cuidados. Ha tenido más años de vida de los que hubiera tenido sin ellos ”. Sin embargo, esa distancia emocional quedó destrozada cuando sus padres entraron en la sala de urgencias y vieron a su fallecido hijo tendido en una camilla. En ese momento, vi a Chad a través de los ojos de su madre y de su padre. Vi las grandes esperanzas y expectativas que tenían para él, el deseo que tenían de que viviera un poco más y un poco mejor. Al verlo de ese modo, empecé a llorar. En un irónico cambio de papeles y en un acto de bondad que jamás olvidaré, los padres de Chad me consolaron a mí.
»Ahora me doy cuenta de que para servir a los demás de forma eficaz, debemos verlos a través de los ojos de un padre, a través de los ojos del Padre Celestial. Solo entonces podremos empezar a comprender el verdadero valor de un alma; solo entonces podemos percibir el amor que nuestro Padre Celestial tiene por todos Sus hijos; solo entonces podemos darnos cuenta de la preocupación del Salvador por ellos. No podemos cumplir plenamente nuestra obligación bajo convenio de llorar con los que lloran y dar consuelo a aquellos que necesitan de consuelo a menos que los veamos a través de los ojos de Dios. Esta perspectiva ampliada abrirá nuestro corazón a los temores, desilusiones y penas de los demás; pero el Padre Celestial nos ayudaría y consolará, tal como los padres de Chad me consolaron a mí hace años. Necesitamos tener ojos que ven, oídos que oyen y corazones que saben y sienten si hemos de lograr el rescate del que tan a menudo nos insta el presidente Thomas S. Monson.
»Solo cuando vemos a través de los ojos de nuestro Padre Celestial podemos ser llenos del“ amor puro de Cristo ”. Todos los días debemos rogarle a Dios por esa clase de amor. Mormón amonestó: “Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son Jesucristo discípulos verdaderos de su Hijo ”». (Texto extraído de: A través de los ojos de Nuestro Padre Celestial, dicurso dado por el Élder Renlund en la conferencia general de octubre de 2015)
Me pregunto si el Élder Renlund apreciaría los paralelos que esta historia tiene a la experiencia de nuestros hermanos y hermanas LGBT, hijos e hijas de Nuestro Padre Celestial. A través de estas experiencias y de lo que muestran, podría compartir tres consejos que son muy útiles a los Padres y Madres en la Iglesia para apoyar a sus hijos o familiares LGBT.
Debemos prestar la máxima atención a nuestros jóvenes.
Debemos aprender y reconocer el enorme valor de sus almas.
Debemos cerrar la distancia emocional que existe entre ellos y nosotros.
Para que la Iglesia pueda servir con eficacia, Debemos ver a través de los ojos de nuestro Padre Celestial, desgraciadamente esto es muchas veces pasado por alto en todos los niveles.
Si aplicásemos estas cosas, verdaderamente podríamos experimentar la preocupación y el amor que Nuestro Padre tiene por cada uno de nuestros hermanos y hermanas.
No encuentro otra forma de expresarlo. Pero muchos no estamos cumpliendo con los convenios que hemos hecho en el bautismo, de llorar con los que lloran, no estamos haciendo sus cargas más ligeras, y mucho menos estamos confortándolos.
Es necesario que ampliemos nuestra visión, ya que de esta forma nuestros corazones estarán dispuestos a compartir las decepciones, miedos y sufrimientos de nuestros hermanos LGBT. Ese es el camino de Cristo. Uno de los propósitos de la Expiación es hacernos conscientes de que debemos compartir la carga de los demás a fin de hacerla más ligera. No podremos hacer eso si solamente observamos de lejos del dolor de los demás.
Sólo después de renunciar a nuestro propio ego, prejuicios y todo lo demás que creemos saber acerca de las personas LGBT, vamos a tener ojos para ver, oídos para oír y corazones que se conmuevan.
Si realmente buscamos tener “el amor puro de Cristo” hacia nuestros hermanos y hermanas LGBT, no solo debemos suplicar a Dios por él, sino que también debemos estar prestos al servicio hacia nuestros hermanos. Mis mayores preocupaciones con respecto a la Iglesia de hoy es que no encuentro este amor entre la mayoría de los miembros y el liderazgo SUD. Hay una enorme cantidad de buenos deseos para ejercer este amor, aunque sin hacer ninguna de las cosas mencionadas por el Élder Renlund. Eso solo sería amor falso.
La mayoría de los mormones con los que convivo, han desarrollado una especie de distancia emocional. Al igual que el sacerdote y el levita, que pasan al lado del herido sin mostrar ninguna misericordia, de esa manera, no tienen la capacidad de experimentar los sentimientos de tristeza y sufrimiento que pudiesen encontrar. Cuando la tragedia acontece a nuestros hermanos LGBT, la distancia emocional realmente los vuelve insensibles al dolor de otros. A medida que la tragedia se cierne sobre familias enteras, algunos dirán que eligieron el mal y que ellos han acarreado el dolor sobre sí mismos, dirán que su infelicidad era resultado de su “estilo de vida”. Y esbozarán todas las posibles justificaciones para etiquetarlos como apóstatas y mantenerlos lejos de la Iglesia del Señor.
Un día, sin embargo, la distancia emocional se romperá. Y tendrán que reconocer que la solución estaba frente a sus ojos todo el tiempo. Cuando llegue ese día, se abrirán muchos ojos y los miembros de la Iglesia crudamente tendrán que reconocer todo lo que no hicieron. Y en una irónica inversión de los roles, la comunidad LGBT SUD los confortará y perdonará por todos los momentos desagradables que han acontecido y lloraremos juntos.
Puedes leer el original en inglés aquí