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El testimonio de Jhon

Juan Andrés Moreno

11 de octubre de 2017

Testimonio

Jhon Jaider Moreno

Hola, mi nombre es Jhon Jaider Moreno, soy de la ciudad de Palmira, Valle del Cauca, Colombia; y quiero compartirles mi testimonio que tengo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hace algunos años.

Soy gay tengo 27 años y estoy felizmente casado desde hace siete años con mi esposo, el cual ha sido mi compañero de vida y de muchas experiencias vividas. Tuve la oportunidad de conocer de la Iglesia por medio de mi esposo, pues él fue miembro hace muchos años, pero por cuestiones de la vida dejó de ser miembro activo. Pero me hablaba mucho de ella y todas las cosas bonitas que vivió cuando era misionero el cual a mí me causó mucha curiosidad, pues en mi vida nunca me había incluido a ninguna religión, pero me llamaba mucho la atención por tan bonito que hablaba mi esposo de ella, que un día cualquiera le pedí que me llevara a la capilla. Pues, a pesar que tenía un lindo hogar y un buen trabajo, sintió que me faltaba algo para ser totalmente feliz y era tener a Dios en mi corazón, esa parte espiritual que todo mundo tiene y que a mí me faltaba.

Así que se llegó el gran día de asistir a la capilla. Ese día mi esposo me acompañó y como había dos amigos en la Iglesia, pues me sentí más en confianza, todos nos acogieron muy bien.

Estuvimos en la reunión sacramental la santa cena cantamos los himnos y me pareció muy bonito cómo hablaban los discursantes, pues todo me pareció muy lindo. Sentí una paz, una tranquilidad, todo se terminó muy rápido para mí, pues no quería que se acabara.

Ese día aprendí mucho, de modo que quería que los misioneros me enseñaran y seguir adelante. Así fue que ellos agendaron una cita para visitarme en mi casa y darme el estudio. A mi esposo lo hice pasar como mi primo, él estaba de acuerdo a que yo siguiera adelante, aún cuando eso podía afectar nuestra relación.

Fui conociendo de la Iglesia. Los misioneros nos visitaban, hacíamos la noche de hogar y muchas cosas bonitas que ellos nos enseñaron.

Faltaba poco para que yo me volviera miembro.

Hasta que una noche en medio de los estudios llegamos a varios temas como la ley de castidad y muchas cosas, como la de la homosexualidad, que no era permitida, y muchas cosas que hiciera que dudara de bautizarme y seguir con el proceso pues desde momento me sentí sucio, frustrado, sin saber qué hacer ni qué camino seguir.

Pensé en dejar a mi esposo y seguir el camino de Dios en la Iglesia, pero también pensé en contarles a los misioneros lo que estaba pasando. De pronto ellos me entendían. Fue algo muy duro para mí, pasaba noches eternas sin lograr dormir, pensando en qué camino seguir. Me sentí solo, desubicado.

Mi esposo me decía que él respetaría cualquier decisión que yo tomara. Me daba miedo que en la Iglesia se dieran cuenta de mi condición y me maltrataran y me señalaran. Es algo que jamás pensé vivir.

Me sentí indigno de Dios.

Una noche me incliné y le pedí a Dios que me ayudara para tomar la mejor decisión, que me mandara una señal, cualquiera que fuera, para tomar la mejor decisión; y esa noche tuve una revelación en medio de un sueño, en el cual estaba yo en mi cama y una luz hermosa y resplandeciente se acercaba hacia a mí, y poco a poco se iba aclarando en forma de un ángel habría sus brazos señalándome que fuera hacia él, y diciéndome en mi mente que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días era la verdadera, y que no debería tener miedo.

Sentí un gozo, una paz, era algo tan hermoso que no despertar, pero poco a poco fue desapareciendo y desperté muy tranquilo, pero más confundido de lo que estaba antes. Yo creo que me pudo más los miedos que tenía en esos momentos, así que decidí no seguir adelante con mis estudios en la Iglesia. Fue muy triste, porque le había cogido mucho cariño a todos, en especial a los misioneros, que me tuvieron tanta paciencia que me enseñaron a tener un contacto más cercano con Dios, que para mí eso fue tan difícil.

Me daba mucha tristeza porque los misioneros tocaban la puerta y yo ya no los atendía, sentí mucho dolor por la forma en que decidí no seguir sin decirle nada a ellos, sin que ellos supieran las verdaderas razones.

Hoy solamente me queda un vacío interno algo que me hace falta y sé que sólo Dios lo puede llenar. Hoy tengo un testimonio de que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la verdadera, y que algún día Dios me fortaleza para ser parte de la Iglesia verdadera. Amén.

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