Mi camino hacia gay (y Dios da respuesta)
Por Ellen Koester (también publicado en su blog http://the-noncommittal-philanthropist.blogspot.com/)
En diciembre de 2011, estaba en el Templo de Oquirrh Mountain haciendo bautismos. Es uno de mis templos favoritos en el valle, y fue aquí, durante su jornada de puertas abiertas antes de su dedicación, cuando gané mi testimonio del templo. Naturalmente, tiene un lugar cercano y querido en mi corazón. Estaba sentada en el área donde esperas tu turno para ir a la pila. Había mucha gente ese día… Creo que era sábado, así que tuve que esperar. Entonces decidí orar un poco.
En este momento de mi vida… mi llamado a la misión había sido rescindido hace solo unos meses. Me había mudado a un nuevo barrio y me habían dado una nueva recomendación para el templo. Debería haber estado en la cima del mundo, pero en cambio estaba en un lugar realmente oscuro. La única cosa por la que siempre oraba era por mi orientación sexual… Juro que había desgastado la alfombra de mi dormitorio, paseándome y arrodillándome. Y hasta este día en el templo, solo había orado para que Dios me quitara la atracción que sentía hacia las mujeres, porque no lo quería. Tomé en serio las palabras del élder Packer de su charla de la Conferencia General de octubre de 2010 «Limpiemos el vaso interior», que dice: «Algunos suponen que fueron programados con anterioridad y que no pueden superar lo que consideran tentaciones innatas hacia lo impuro y antinatural. ¡No es así! Recuerden, Dios es nuestro Padre Celestial[1]». (esta es la transcripción exacta de la charla dada durante la Conferencia General. Puede ver la charla y leer la charla editada aquí.) Debido a esta charla, creí que mis atracciones eran de alguna manera una elección… y que en algún lugar de mi alma había un interruptor que podía cambiar, para que mis atracciones cambiaran, y que pudiera sentir atracción sexual por los hombres, en lugar de las mujeres. A veces, cambiaba mi pedido, pensando que así resultaría en una respuesta diferente. Le pedí a Dios que haga que me sintiera atraída hacia un solo hombre. Sólo un hombre, y que él se sentiera atraído por mí, y yo por él, y luego podríamos casarnos, y finalmente sería «normal».
Así es como oraba. Era casi masoquista. Y cada vez, sentía la misma sensación. Frío. Miseria. Vacío. No podía entender por qué. Entonces, ese día, cuando estaba orando en el templo, levanté las manos, en silenciosa desesperación, y en cambio pregunté de esta manera: «Dios… ¿Está bien que sea lesbiana?», E inmediatamente después de que esas palabras salieron de mi “boca” tuve una abrumadora sensación de calidez. Comodidad. Certeza. Amor. El sentimiento fue idéntico al sentimiento que tuve cuando oré por primera vez sobre el Libro de Mormón. Estaba aturdida. No hubo otra emoción. Así que volví a preguntar, sobre todo para confirmar que había escuchado al Espíritu correctamente. Y sentí lo mismo. Así que me puse de pie y pregunté: «Dios, ¿quieres que sea célibe? ¿Quieres que esté sola?» No. Un muy claro no. Pero el Espíritu continuó… y me testificó, claro como el día, que necesitaba casarme. Que necesitaba prepararme para tener una esposa y tener una familia.
Ese día, recibí un testimonio de revelación personal. Realmente no creía que una persona común y corriente pudiera recibir revelación de Dios a través del Espíritu. Pero ese día, obtuve un testimonio. Pero más importante aún, recibí un testimonio de que fui creada tal como se supone que debía ser. Que Dios me creó a su imagen (o debería decir en la imagen de la Madre Celestial… pero mi feminismo es para otro día). Esa revelación salvó mi vida.
Quiero dejar muy claro que no estoy declarando que recibí revelación para la Iglesia en general. De ninguna manera. Ese poder recae en el Profeta y Presidente de la Iglesia, y solo en él. Pero creo que Dios me dio esta revelación personal porque sabía que yo la necesitaba. Para no dejar a la Iglesia en la frustración (que había considerado seriamente). Y entonces no sentiría la necesidad de quitarme mi propia vida. Porque por un tiempo, genuinamente pensé que sería más agradable para Dios, tenerme muerta en una caja en el suelo, con mi virtud intacta, que continuar en esta vida viviendo deshonrosamente e indignamente. Porque todavía creía que, independientemente de si me mantuve casto y célibe en mi vida, aún sería considerado menos digno que la mujer heterosexual, casada y con 5 hijos, en el día del Juicio Final.
No estoy sola en mi pensamiento. Aunque ya no estoy en ese estado de ánimo, porque finalmente he llegado a aceptarme por lo que soy, hay un sinnúmero de jóvenes mormones LGBT que están pasando por esta línea de pensamiento. Demasiado alto de un porcentaje de ellos terminan intentando quitarse la vida, y muchos de ellos tienen éxito. Estamos perdiendo a mi generación de mormones, porque creen que no tienen lugar en esta Iglesia… creen que Dios los amaría más si murieran, en lugar de vivir una vida plena y significativa.
Quiero hacer una diferencia en la Iglesia. Quiero hacer una diferencia en mi comunidad. Quiero ayudar. Quiero ser un recurso de amor y aceptación como Cristo. Debido a que la única «trampa de tolerancia» que existe en esta tierra, es creer que las personas solo merecen nuestra tolerancia «hasta el largo de nuestro brazo». La gente merece mucho más. Te lo mereces. Me lo merezco. Tus hijos e hijas, se lo merecen. Tus hermanos y hermanas se lo merecen. La joven de tu barrio, los vecinos de la calle, el niño de tu clase de historia… todos se lo merecen.
Ámense los unos a los otros Trata a los demás como quieras que te traten. Estos son principios que cualquier persona, desde cualquier fe o camino de la vida, puede adoptar.
Ellen Koester es una estudiante universitaria que estudia ciencias políticas y comunicaciones. Nacida en Defiance Ohio, se convirtió a la Iglesia SUD después de mudarse a Utah. Ella encuentra paz y consuelo en el Evangelio, pero se esfuerza por encontrar su lugar en la Iglesia en general.
[1]Nota del traductor: En esta cita la autora ha escrito: «Some suppose that they were preset, and cannot overcome what they feel are inborn tendencies toward the impure and unnatural. Not so. Why would our Heavenly Father do that to anyone? Remember, He is our Father» La parte en negrita dice: «¿Por qué Dios haría eso a cualquiera?». Esta pregunta actualmente no se encuentra ni en el discurso en inglés ni en español, es posible que haya sido borrada en ediciones posteriores a la creación de este artículo.
Hermoso testimonio hermana gracias por compartirlo