Código de honor
Fue en estos momentos tranquilos de dolor y confusión que sentí otro triunfo: el de llegar a un acuerdo, no con quien pensé que debía ser, sino con quién me hizo el Señor.
No se derribaron edificios al piso, el sol salió como siempre lo hace, los alumnos estudiaron, los maestros enseñaron, nadie se quedó mudo, los que estaban de visita pudieron beber su refresco favorito a la luz del día y no esconderse en las sombras.
Hoy, soy increíblemente feliz siendo yo misma. A lo largo de los años, he escuchado tantas historias de personas que crecieron SUD y que sus familias las aislaron cuando se asumieron. Pero estar fuera del armario y tener a mis padres no solo tolerándome, sino abrazándome con cariño es un sentimiento increíble.