¿Cuál es el camino?
Historia escrita por Luiz Correa
Hace ya algunos domingos que me he levantado temprano, he tomado mi baño, me he puesto mi ropa para ir a la Iglesia, me he subido al coche y he conducido hacia la capilla en la que crecí y donde pasé todos mis años de adolescencia, desde donde salí a la misión, y regresé de la misión. He estacionado en el mismo lugar que ponía mi primer coche. Pero estos últimos domingos han sido diferentes. Yo he llegado y estacionado en el mismo lugar, pero no he podido salir del coche. Siempre hay un hermano o hermana que pasa por ahí y me saluda con un leve asentimiento y yo siempre retribuyo, pero no tengo el coraje de salir del coche.
La razón de mi actitud es que desde que tuve la entrevista con mi obispo, me he sentido fuera de la cajita, es decir, siento que no pertenezco a este lugar. No es que haya perdido mi testimonio del evangelio, pero que parece que la gente me mira, con esa sonrisa burlona, como queriendo decir algo.
No sé si hubiera sido mejor que me hubiera guardado todos mis pensamientos y sentimientos sólo para mí mismo, tal vez no me sentiría así, viendo el mundo apuntando el dedo hacia mí.
Yo pasé toda mi infancia, adolescencia y en la misión teniendo estos sueños y deseos por mis amigos en la Iglesia, en la escuela, en la misión, pero nunca se lo conté a nadie, ni siquiera en mis conversaciones con el Padre Celestial, aun sabiendo que él ya sabía de todo, pero siempre preferí no hablar de eso, pues tenía miedo del castigo que él me podría dar.
Siempre pensé, ¿por qué gustar de otra persona estaba tan mal? Muchas veces sentado en las reuniones de la Iglesia me quedaba mirando a los demás chicos y me preguntaba si ellos también tendrían ese mismo sentimiento que yo tenía.
Yo no quería hacer daño a nadie, sólo quería amar a alguien y ser amado por ese alguien. No sé hasta dónde puedo llegar con todo esto, pues los sentimientos dentro de mí parecen como un torbellino que procesa muchas cosas al mismo tiempo. Hay una mezcla de deseo de estar con alguien a mi lado, pero al mismo tiempo, por todo lo que he aprendido en la Iglesia, creo que eso no sería bueno ante los ojos de Dios.
Mi inercia dentro del coche en la puerta de la Iglesia es porque sé que no puedo seguir adelante en el evangelio como me gustaría. Mi deseo de servir y testimonio continúan intactos dentro de mí, no han cambiado nada desde que decidí que yo debería ser yo mismo.
Sólo me gustaría que ellos pudieran entender que mi deseo es simple, que es servir en el evangelio y amar a alguien como yo. ¿Por qué es tan difícil para la gente entender eso? ¿Por qué tengo que ser excluido solamente porque quiero amar a alguien?
Estos últimos domingos, parado en el estacionamiento de la capilla, dentro del coche me ha hecho pensar y repensar muchas cosas en mi vida, muchas veces puedo sentir que el Espíritu está en el asiento del pasajero, y me tranquiliza, mientras las personas pasan saludando y sonriendo burlonamente, no siento nada con eso. Sólo me viene la certeza de que mi decisión está bien tomada, decidí ser yo mismo, pero por ahora sólo me falta el coraje para salir y estar ahí dentro, pero eso vendrá con el tiempo. Así como tuve que tomarme el tiempo para aceptarme, llegará el tiempo de volver a sentarme en una reunión en la Iglesia
Como hago todos los domingos, antes de que todos salgan de las reuniones, tomo el coche y vuelvo a casa.