La homosexualidad y las escrituras desde una perspectiva SUD #3
El Nuevo Testamento
A la luz de la evidencia hermenéutica en las escrituras claves del Antiguo Testamento, y a la luz de la superioridad legal del Evangelio sobre la Ley, veamos ahora la condena de la homosexualidad tal como aparece en el Nuevo Testamento. Aquí también hay muy pocas referencias. Existen cinco alusiones a la homosexualidad en el Nuevo Testamento. Dos de ellas, Judas 7 y 2 Pedro 2:2, pueden ser inmediatamente desechadas debido a que no mencionan actos homosexuales, sino que hay que inferirlos del supuesto vínculo entre Sodoma y el tema de la homosexualidad. Lo que resta son tres pasajes muy trillados de las epístolas de Pablo (si adscribimos la autoría de 1Timoteo a Pablo); uno es Romanos 1:26-27 y los otros son 1Corintios 6:9-10 y 1Timoteo 1:10.
Examinemos Romanos 1:26-27:
«Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Del mismo modo también los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1:26-27).
El contexto de este pasaje es el gran sermón de Pablo acerca la preeminencia de la fe sobre las obras. Comienza con una denuncia tradicional de la idolatría y sus malignas consecuencias. Para que la denuncia sea efectiva, es necesario que el lector concuerde con Pablo en la aversión judía contra la idolatría. Pablo hace que el lector juzgue a los idólatras «que [voluntariamente] cambiaron la verdad de Dios por la mentira» a fin de poder luego, en el capítulo dos de Romanos, juzgar al mismo lector. En Romanos 2:1, Pablo cambia de la tercera persona a la segunda persona y acusa al lector del mismo pecado. Todo esto sirve la función retórica de poner sobre el lector (un típico judío jactancioso [ver versículo 17]), la culpabilidad y la subsecuente liberación a través de la fe (Edwards, pág. 94).
Si la función de Romanos 1 es la de realizar una apelación retórica, es difícil ver cómo ésta pueda ser, al mismo tiempo, una exposición de doctrina que podría confundir al lector. Pablo no está emitiendo un edicto, sino haciendo una apelación a la sabiduría convencional del lector. En los versículos 26 y 27 arguye que ciertos hombres y mujeres idólatras cambiaron sus roles en la «relación natural» heterosexual por roles homosexuales. La lógica demanda que uno primero debe poseer algo antes de cambiarlo por otra cosa. Si insistimos en que Pablo se está refiriendo a las lesbianas y a los gays, quienes están, por naturaleza, psíquicamente dispuestos hacia el mismo sexo, entonces ponemos al apóstol en conflicto con la psicología moderna, que dice que la orientación sexual es un don y no una elección (Marmor, pág. 125). Así interpretada, la autoridaddel argumento se derrumba, debido a que una condenación justa solamente puede ser el resultado de una elección libre.
Además, la conexión que Pablo hace con la idolatría es totalmente intencional. Sabemos que la psiquis homosexual no es causada por la idolatría, pero Pablo le adscribe a la idolatría una larga lista de maldades, incluyendo lo que aparece en los versículos 26 y 27. En lugar de atribuirle a Pablo esta absurdidad teológica, yo prefiero darle el beneficio de la duda. Es más razonable suponer que se estaba refiriendo a la prostitución ritualística, todavía preponderante en su día, o simplemente a heterosexuales que participaban de un ambiente cultural que incluía la idólatra y la lujuria homosexual.
En 1 Timoteo 1:9-10, se nos presenta una lista de obradores del mal:
«Conociendo esto: que la Ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina».
El propósito es mostrar que la Ley fue creada para ofensores semejantes a aquellos que se mencionan, no para los hombres justos. De interés para nosotros es la palabra arsenokoitais, traducida en la Versión Reina-Valera (1995) como «sodomitas». Este término, que también ocurre en 1 Corintios 6:9, presenta un problema etimológico. La raíz arseno se refiere al hombres, y, la raíz koitai se refiere a la práctica sexual. Pero no queda claro si el «hombre» al que se refiere es el penetrador o el penetrado. Si lo primero es lo que se debe entender, entonces la palabra no describe todos los actos homosexuales.
Tal ambigüedad podría ser resuelta por un examen del uso normal de la palabra en la literatura de la época, pero desafortunadamente la palabra es extremadamente rara. Boswell cree que arsenokoitai es el equivalente al latín drauci, en cuyo caso podría denotar prostitutos masculinos que tomaban el rol activo ya fuera con hombres o mujeres (Boswell, págs. 341-353).
Sea como fuere, la palabra estaba definitivamente ligada a alguna clase de prostitución practicada en Éfeso y Corinto, y no puede referirse a actos homosexuales en general. Si Pablo hubiera tenido en mente una condenación general, indudablemente habría escogido una palabra (o palabras) de amplia aplicabilidad a los homosexuales, tal como lo hizo Filón, un judío helenizado contemporáneo de Pablo, quien sí escribió una condena general de los actos homosexuales propiamente dichos (Boswell, pág. 341).
Volviendo a 1 Corintios 6:9-10, leemos:
«¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios».
El problema con este texto también involucra la traducción de dos palabras griegas usadas para describir a los obradores de maldad, malakoi y arsenokoitai. La Versión Reina-Valera de 1995 dice «afeminados» y «homosexuales», respectivamente. Boswell dice que malakoi significa «suave», o, por extensión, «(persona) moralmente débil». Obviamente, la extensión de tal término no se limita a los homosexuales. Boswell arguye persuasivamente que malakoi jamás se usa en griego para referirse a los homosexuales o a la gente gay (Boswell, pág. 107). Naturalmente que Pablo le estaba escribiendo en griego a una congregación de habla griega.
Otros eruditos piensan que existe un precedente para traducir este término como «catamitas» o la pareja pasiva en un acto homosexual. Puesto que arsenokoitai se refiere a la parte activa y connota prostitución, se ha postulado que al parear estos términos se sugieren al prostituto masculino y sus clientes. Esto se ajustaría a lo que se sabe sobre la prostitución como una institución en pleno auge en la época de Pablo (Horner, págs. 90-91). Así es que las objeciones de Pablo probablemente iban dirigidas contra la perversión del amor y la venta del sexo. Fuera cual haya sido su intención original, las palabras de este texto han llegado a ser demasiado ambiguas para ser traducidas con precisión.
Consideraciones finales de los escritos de Pablo:
Es posible que Pablo, como Filón, haya tenido puntos de vista anti-homosexuales, alineándose así con el judaísmo helenístico. Si tal fuera el caso, habría visto la homosexualidad como un vicio de los gentiles, inextricablemente ligado a las creencias idólatras.
Por cierto que Pablo parece ser muy severo en una serie de opiniones, por ejemplo, el largo apropiado del cabello del hombre, el papel de la mujer en la Iglesia, la esclavitud, y especialmente el sexo. El sexo fue algo que Pablo, personalmente, sentía que no necesitaba. Abogó por el celibato, para aquellos capaces de contenerse, como la mejor manera de servir a Dios y prepararse para el fin del mundo, que él veía como algo inminente (1 Corintios 7:7, 25-32).
¿No entra esto en conflicto con las enseñanzas mormonas sobre la importancia del matrimonio y los hijos?
Obviamente es posible ser un profeta inspirado y aún así retener ciertas opiniones personales sobre cuestiones importantes. Tales opiniones pueden ser expresadas públicamente, y en caso de Pablo, incluso pueden ser canonizadas.
Pero para hacer justicia a Pablo, debe recordarse que sus admoniciones fueron siempre adaptadas a las preocupaciones especiales de las congregaciones a la que se estaba dirigiendo. Si se entendían perfectamente en Corinto y en Éfeso, es posible que no se entendieran en otros lugares. Pablo ciertamente no tenía idea de que sus cartas llegarían a ser puestas en un canon que las generaciones futuras usarían para juzgar temas tales como la homosexualidad. De saberlo, su enfoque probablemente habría sido diferente.
Jesucristo
Sea lo que fuere, lo que Pablo entendía sobre la homosexualidad no provenía de ninguna enseñanza del Salvador. La mayor dificultad en condenar la homosexualidad es que Jesús, la más alta autoridad en el Evangelio, no dijo nada adverso sobre el tema. Su silencio es digno de mención cuando uno considera cuán franco fue sobre aquellos pecados que encontró objetables.
Toda la actitud de Jesús hacia la sexualidad es curiosamente serena en contraste con la de Pablo (cuyas epístolas, dicho sea de paso, fueron compuestas antes de la aparición de los Evangelios escritos).
En su exquisito capítulo sobre Cristo y la sexualidad (págs. 110-126), Tom Horner observa que esta perspectiva nueva y despreocupada es el resultado de liberarse espiritualmente de la obsesión con el sexo, cuya importancia se destaca ya sea por excesiva indulgencia o por abstinencia. Para reiterar lo dicho por Horner, lo que el Evangelio intenta hacer esestablecer una actitud del corazón que instintivamente preferirá una conducta justa sobre una injusta, liberando así al espíritu de cualquier preocupación con los legalismos.
Esta nueva perspectiva es evidente cuando Jesús sana al siervo del centurión (Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10). Como Horner astutamente observa, es extraordinariamente inapropiado que un oficial romano mostrara tanta preocupación por un mero esclavo, a menos que uno vea allí la presencia de una relación amorosa de alguna clase. Lucas usa la palabra doulos o «esclavo», pero Mateo, más cercano al arameo que se hablaba en esos días, escogió pais o niño [de servicio]. Pais es la palabra que un hombre mayor usaría para describir a un joven amigo o amante en griego (Horner, pág. 122). Yo creo que es un ejemplo típico (por lo menos, en la apariencia externa) de una clase de relación homoerótica que era común a través del Imperio romano entre personas de estatus desigual. Lo que hace la historia relevante es que el centurión, en solidaridad con los judíos, mostró una fe enorme en un profeta judío. Jesús no halló nada condenable en la acción del centurión, sino mucho que alabar.
Este es un trabajo del hermano Brus Leguás, que nos ha dado permiso para compartir con todos ustedes. Por causa de que es bastante extenso vamos a publicarlo por capítulos, siendo este el capítulo dos, con especial atención a los versículos que habla de la homosexualidad en el Antiguo testamento.
En el próximo capítulo de este estudio vamos a publicar lo que la Iglesia SUD enseña en cuanto a la homosexualidad y cómo estas enseñanzas van más de acuerdo con la postura cultural del Medioevo que con el espíritu de las escrituras.
Seguir leyendo:
La primera parte de este estudio:
https://afirmacion.org/la-homosexualidad-y-las-escrituras-desde-una-perspectiva-santo-de-los-ultimos-dias/
La segunda parte:
https://afirmacion.org/la-homosexualidad-y-las-escrituras-desde-una-perspectiva-sud-2/
Un análisis de Deuteronomio 23:17
https://afirmacion.org/sodomita-y-consagrado/