Un futuro y una esperanza
Tenemos que vivir sin este miedo o envidia a las historias de otros. Vivir con confianza. Conocer su verdad. Siempre tener confianza en la abundancia del amor de nuestro Padre Celestial para todos nosotros.
por Randall Thacker, Presidente de Affirmation — LGBT Mormons, Families and Friends Keynote Speaker — February 22nd, 2014
Colaborador: Aminadi Acevedo
Me siento honrado de haber recibido la oportunidad de hablar hoy. Gracias a Anne McMullin Peffer y a los líderes de Circling the Wagons por todo lo que están haciendo para unirnos de una manera en que, sinceramente siento, puede ayudarnos a construir Zión -un lugar en que verdaderamente busquemos comprendernos el uno al otro.
Hace dos semanas participé en una conferencia llena del Espíritu de mormones LGBT/SSA, sus familiares y amigos, en la ciudad de México, donde una vez más conocí a preciosos hombres y mujeres Santos de los Últimos Días, sus padres y familiares, quienes están navegando por la compleja intersección entre su fe mormona y su atracción física, emocional y espiritual hacia el mismo sexo, o cuestionándose acerca de su identidad de género. A pesar de estar en otro idioma, cultura y país, vi muchas historias repetirse en ellos, si bien incluso a veces más difíciles, debido a la cultura de fuerte machismo en México. Quiero compartir algunas historias de la gente que conocí en esta conferencia, historias que nos llevan a querer encontrar algún terreno común para apoyar a estos individuos.
Un joven, un aspirante a cantante de ópera que acabó realizando dos números musicales en la Conferencia, vino a mí con tanta ansiedad como la que yo tenía cuando entré por vez primera en una conferencia de Evergreen en 1999. Es un joven brillante, uno en el cual se puede vislumbrar la luz del Evangelio. Fue su primera oportunidad de tratar de encontrar cómo poder conciliar su amor por el evangelio y la Iglesia con sus sentimientos y atracción hacia los hombres. Se puso de pie en un grupo de discusión acerca de los parientes y compartió cómo su madre, incluso como psiquiatra, le hacía continuamente comentarios turbios e hirientes sobre lo “asqueroso” o “repugnante” que era ser gay. Él sabía que ella sospechaba y hacía estos comentarios en un esfuerzo por disuadirlo y no sabía cómo manejar esa situación. A veces, con todo y su brillo evangélico, también se podía ver un tremendo dolor en sus ojos. Durante la Conferencia tuvo la bendición de conocer a otros padres que estaban allí, con sus hijos, lo que fue muy reconfortante para él. Más tarde me compartió en privado que antes de la Conferencia sentía que su mundo “se estaba cerrando sobre él” y que estaba “perdiendo la esperanza.” Dijo que estaba empezando a creer que no había futuro para él. Dijo: “Sentí que no tenía ninguna opción: sé que no quiero casarme con una mujer, no quiero vivir mi vida soltero y solo, y no quiero romper mis convenios. ¿Qué hago?” En sus palabras, “todas las puertas se me fueron cerrando.” Entonces, ¿cuál fue mi respuesta? y ¿de qué se trató el fin de semana que le ayudó a sentir alguna esperanza? Yo y otros en la Conferencia le aconsejamos ser paciente y amable consigo mismo, entrar profundamente en contacto con su alma y buscar al Espíritu, y preguntar al Señor sobre su futuro. No le prescribimos ninguna solución más allá de la aceptación de uno mismo, amor propio, y de proporcionarle una comunidad y un oído que le escuchaba.
Conocí a otro hombre a finales de sus treinta quien, después de servir durante muchos años en todos los más grandes llamamientos de sacerdocio que pudo sin estar casado, fue contactado por un Setenta quien le dijo que “sería el Presidente de estaca si estuviera casado.” Hace unos años dejó de ser un miembro activo en la iglesia y finalmente tocó fondo mediante la adicción a las drogas y una vida que él llamó “carente de toda forma de santidad”. Llegó a la Conferencia buscando un poco de luz, de aceptación y un poco de santidad, y la encontró. Explicó cómo había estado viviendo una doble vida por más de una década, cuando estaba sirviendo en llamamientos de sacerdocio, pero como él lo dijo, “¿cómo iba a dejar a la fe que amaba, pero en donde al mismo tiempo se niega la oportunidad de ser auténtico y encontrar el amor que tanto se desea?” Sin un lugar donde procesarlo ni unos oídos que le escucharan incondicionalmente redujo el dolor a través de la automedicación ¿Cuál fue mi respuesta a este hombre? Sea paciente y gentil con usted mismo. Permítase tiempo para procesar las cosas y buscar dentro de usted mismo y del Espíritu la orientación que necesita. Él compartió, y nosotros escuchamos.
También conocí a una madre cuyo brillante y hermoso hijo, de 25 años de edad, había tomado un autobús desde Guadalajara, donde estudia, a la ciudad de México para asistir a la Conferencia. La madre no sabía que su hijo estaba participando, pero alguien le informó la noche del sábado de la Conferencia. Ella condujo dos horas a la mañana siguiente hacia la ciudad de México para recuperar a su hijo durante el devocional y la reunión de testimonios en el Centro de visitantes del templo. Incluso después de escuchar las palabras de los profetas desde el sitio Web Mormonsandgays.org que le fueron compartidas, y los testimonios individuales de gran fe en el Señor, esta madre siguió estando convencida de que su hijo no debía participar y que cualquier conversación sobre el tema eventualmente lo llevaría por un camino al diablo, y que nosotros los participantes éramos demonios también. Se podía ver el dolor en sus ojos de madre intentando fuertemente DETENER TODO ESTO y poner las cosas nuevamente en perfecto orden. No tenía ningún deseo de escuchar a ninguno de nosotros, incluyendo a los otros padres. Amenazó con sacarle de la escuela, hacerle volver a “su pueblo” y hacerle ver a un psiquiatra quien iba de una vez por todas a “liberarlo” de este mal. El dolor y la angustia, tanto en el rostro de la madre como en el del hijo, era casi más de lo que podíamos soportar. Una de las otras madres presentes rompió en llanto, preocupada por el bienestar físico y emocional del hijo y lo qué pasaría con él, y el tipo de terapia que recibiría. En un último esfuerzo para influir en la madre, Kendall Wilcox y yo nos acercamos a ella otra vez, y entonces yo aprendí una gran lección. Kendall le preguntó: “¿Cómo se siente ahora?” Ella se calmó y la escuchamos. Ella necesitaba saber, antes de que compartiéramos algo más, que estaba siendo comprendida, que entendíamos su intenso dolor y pena. Al final, ella le permitió a su hijo regresar a la escuela, sin embargo, él está viendo a un terapeuta, lo que podría ser una cosa buena.
Recientemente, la esposa de un matrimonio de orientación mixta se acercó a mí haciéndome preguntas en relación a la dudosa conducta en línea de su marido con otros hombres, y lo que yo pensaba de ello. Le pregunté cuáles eran sus sentimientos y encontré que al principio, para ella, era algo difícil de procesar, y que no estaba totalmente consciente de sus sentimientos y de lo que quería. La invité a seguir compartiendo y le permití un espacio para ser vulnerable. Cuando le pregunté “bueno, ¿qué crees que quieres hacer?” ella me preguntó mi opinión y yo le dije, “sólo tú puedes tomar esas decisiones”. Creo que ellos trabajarán las cosas para permanecer como una pareja y honro esas decisiones cuando se toman con transparencia y una completa conciencia de sí mismo.
También tenía un amigo homosexual que vino a mí y me dijo que conoció a una mujer de quien realmente sentía que se estaba enamorando, y que le gustaría casarse con ella. Le dije que si establecían esta relación de manera transparente yo honraría esa decisión.
Recibo mensajes de los Santos de los Últimos Días de todo el mundo que buscan un camino para salir de un mundo que se está cerrando sobre ellos, que están tratando de procesar la confusión y la esperanza, que tienen grandes sueños de una vida productiva y satisfactoria que sea coherente con su fe y su legado. Quieren hacer contribuciones en la iglesia y quieren ser bienvenidos, incluidos, ESCUCHADOS y, sobre todo COMPRENDIDOS. Están hambrientos de un espacio donde no se les diga continuamente que sólo hay una manera correcta. Quieren ser vistos por quienes son como seres humanos, hijos de Dios, y no definidos por su identidad de género, expresión o su orientación – ya sea una diversidad física, emocional, romántica, espiritual, o de orientación sexual.
¿¿¿Y cuáles son su futuro y su esperanza??? La mayoría de ellos quiere compartir su vida con alguien del mismo sexo o del sexo opuesto, que tenga valores similares y que ame el Evangelio. Algunos quieren hacerlo con alguien del mismo sexo, pero se han dado cuenta que tener esa relación los llevaría a ser despreciados por muchos otros, y expulsados en la mayoría de barrios y estacas de la iglesia. Para otros, su sueño es que funcione un matrimonio con un cónyuge de sexo opuesto, y muchos lo hacen. Casi todas estas personas expresan cómo simplemente no pueden comprender porque Dios querría que se encuentren solos, aún si se presenta la oportunidad para que puedan compartir y trabajar a través de la escuela de matrimonio y de relaciones (se trate del mismo o del sexo opuesto) dado que ésa escuela es una experiencia purificadora y edificante, que exige sacrificio y enseña las cualidades que enaltecen y que se obtienen a través de trabajar en una relación con otra alma.
Poco después de mudarme a Washington, DC estaba en ese espacio de entender cosas y llegué a un punto donde realmente choqué con piedra. Y caminando por la calle un día vi un cartel colgado en un gran edificio de hormigón que me dio esperanza y ha quedado atrapado en mí para siempre. Es de Jeremías:
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros un futuro y una esperanza.” Jeremías 29: 11 NVI
Como comunidad creo que podemos proporcionar un futuro y una esperanza -y como David Matheson dijo ayer, es “más importante ser útil que tener razón”. Creo que esto es clave para proporcionar un futuro y una esperanza -sin asumir que una manera en particular es la única manera para encontrar esperanza.
Entre las parábolas más memorables del Salvador está la del hermano menor, quien pidió su parte de la herencia de su padre, y luego a través de una vida desenfrenada pierde su dinero y sus amigos mucho antes de lo que imaginaba. Finalmente, privado de sustento, se convirtió en un alimentador de cerdos y llenó su vientre de las algarrobas que comían los cerdos.
Más tarde la escritura dice alentadoramente “El volvió en sí”. Tenemos que permitir a la gente tener esa experiencia… Entonces decidió regresar a casa de su padre, con la esperanza de ser aceptado en ella al menos como obrero. La emoción y la conmovedora imagen del padre y del hijo que va a encontrarse con él, y lo abraza y lo besa, es una de las escenas más emotivas y más compasivas de todas las escrituras. Nos indica cuánto Dios quiere que regresemos a la protección de sus brazos.
El hermano mayor entonces entra en el cuadro. Él ha estado trabajando diligente y obedientemente en el campo y regresa de sus labores. El hermano mayor se enoja cuando se entera de la fiesta por el regreso del hermano más joven y no quiere asistir. Por tanto, su padre sale y le ruega. La imagen representa la historia de dos hermanos regresando a casa, aunque de muy diversos lugares, y esto es central en esta historia y a los propósitos de hoy.
De la conversación y el seguimiento por el Salvador aprendemos que al hermano mayor le falta una cosa que le haría un hombre entero y eso es tener compasión, la piedad y caridad y la amplitud de visión para ver que aquel que ha regresado y que ha vivido de forma diferente no es su enemigo o su oponente… ¡¡¡sino su hermano!!!
¿Por qué comparar nuestras historias o las historias de otros con las nuestras o sobreponer la historia de una persona a las otras? Dios no funciona así. El padre de la historia no atormenta a los niños comparándolos sin piedad. Expresar compasión y desear comprender a alguien no impide hacer lo mismo con otro quién elige de diferente manera. Este padre es divinamente generoso con ambos hijos. Extiende su caridad a sus dos hijos y escucha a ambos, ama a los dos y busca entender a ambos.
Un observador escribió, “En un mundo que compara constantemente a la gente, etiquetando a unos como más inteligentes o menos inteligentes que otros, más o menos atractivos que otros, con más o menos éxito que los demás, es fácil creer que la divinidad hace lo mismo. “Cuando oigo a alguien alabando,” dice el observador, “me resulta difícil no pensar que soy menos digno de alabanza, cuando leo de la bondad y la amabilidad de los demás, me pregunto si seré tan amable y simpático como ellos, y cuando veo trofeos y premios a personas especiales, no puedo evitarlo, me pregunto por qué eso no me ha pasado a mí.”
Pero debemos resistir esta tendencia, tan embellecida en el mundo como terriblemente destructiva a nosotros mismos. La mayoría de los mandamientos que empiezan con “no” tienen la intención de evitar herir a otros, pero estoy convencido que el mandamiento “no desearas” pretende evitar herirnos a nosotros mismos.
¿Cómo podemos superar esta tendencia y vernos como hermanos y hermanas? En primer lugar, podemos hacer lo que esos dos niños y tomar el camino de regreso al Padre y dejarle salir para saludarnos, abrazarnos y besarnos, y llevarnos a la celebración por el regreso a casa preparada para nosotros. Como una comunidad mormona SSA/LGBT podemos preparar una fiesta que nos incluya a todos.
“He aquí, ¿ha mandado el Señor a alguien que no participe de su bondad?”, Pregunta Nefi.
“He aquí, os digo: No; sino que todo hombre tiene tanto privilegio como cualquier otro, y nadie es excluido.”
“He aquí, ¿acaso exclama él a alguien, diciendo: Apártate de mí? He aquí, os digo que no; antes bien, dice: Venid a mí vosotros, todos los extremos de la tierra, comprad leche y miel, sin dinero y sin precio.”
“He aquí, ¿ha mandado él a alguno que salga de las sinagogas, o de las casas de adoración? He aquí, os digo que no. “2 Nefi 26
Una manera en que Satanás nos engaña es a través del desánimo y la confusión. Hace su mejor esfuerzo para que nos concentremos en nuestra propia nada hasta que comenzamos a dudar de que tengamos algún valor. Nos dice que somos demasiado pequeños para que cualquiera pueda notarnos, que hemos sido olvidados, especialmente por parte de Dios.
Tenemos que vivir sin este miedo o envidia a las historias de otros. Vivir con confianza. Conocer su verdad. Siempre tener confianza en la abundancia del amor de nuestro Padre Celestial para todos nosotros.
Sabemos por la revelación moderna que, “el valor de las almas es grande a la vista de Dios”. No podemos calcular el valor de otra alma al igual que no podemos medir la magnitud del universo. Todos a los que conocemos son importantes para nuestros Padres Celestiales.
Me gustaría pedirle a todos ponerse de pie y voltearse en cada tercer fila. Mirar directamente a los ojos a la persona frente a usted y ver a lo divino en él o ella. Den un abrazo a la persona.
Hoy, un banquete ha sido preparado, se han abierto los brazos, y buscamos formas de ayudar a dar un futuro y una esperanza a esta comunidad. En nombre de Jesucristo, Amén.