El barrio Washington Park da la bienvenida a sus miembros LGBT
Barrio Washington Park · Seattle, Washington · 19 de Octubre, 2014
por Lismarie Nyland
Después de despertar la mañana del domingo y luchar con mis niños pequeños para que se vistieran y lograran salir por la puerta, nos embarcamos en el ferry a Seattle para asistir a una reunión sacramental especial en el barrio Washington Park. El presidente de estaca, obispo, y la presidenta de la Sociedad de Socorro estuvieron involucrados en la planificación de esta reunión enfocada en invitar a los hermanos y hermanas LGBT dentro de sus barrios, estacas, y más allá. Yo estaba muy emocionada de escuchar a Mitch Mayne y me decepcionó en cierto grado saber que no podría asistir debido a una enfermedad. Cuando llegué al centro de estaca North Seattle, me emocioné de nuevo al saber que Celeste Carolin estaría hablando en su lugar. ¡Habíamos sido amigas en Facebook desde hace algún tiempo y ahora conseguiría verla, escucharla y conocerla!
Al comenzar su discurso dijo: “Yo soy abiertamente gay y activa en la Iglesia” ¡Quería gritar de emoción! Era la primera vez que oía la palabra “gay” desde el púlpito de una capilla mormona. Ella continuó compartiendo su historia de auto-descubrimiento y de cómo llego a sentirse cómoda de ser su auténtico yo. De particular importancia para mí fue cuando habló del mandamiento de amar a Dios como una relación bidireccional: ella siempre había amado a Dios, pero tuvo que aprender a aceptar el amor de Dios por ella. Y, al hacerlo, ella aprendió a amarse y aceptarse a sí misma y a su vez a amar y aceptar a los demás con facilidad.
Previo a su charla, la presidenta de la Sociedad de Socorro, Molly Bennion, habló y dio un maravilloso mensaje de inclusión. El punto principal de su charla fue que, independientemente de lo que seas (no creyente, de las que usan ropa sin mangas, fumador, feminista, de los que van al Templo, LGBT, etc.) eres amado y necesitado en la iglesia y que debemos centrarnos en las doctrinas que nos unifican, a saber, amarnos los unos a los otros. El obispo también hablo sobre aumentar la diversidad, la inclusión y el amor puro de Cristo en nuestras congregaciones. El presidente de estaca concluyó la reunión con un mensaje rápido de amor. Mi audible y apropiado “Amén” fue acompañado por gritos y gritos de “¡AMEN!” dentro de mi corazón. Me quedo ahora con la esperanza de que esta reunión sacramental sea un pequeño vistazo al futuro de muchas reuniones sacramentales por venir.
A continuación el discurso de Celeste Carolin:
Hola, mi nombre es Celeste. Soy abiertamente gay y activa en la Iglesia. Como una mujer gay, nuestro mundo tiene un montón de estereotipos y me gustaría aclarar algunos. Nunca he jugado softbol. No odio a los hombres. Me afeito las piernas. Nunca he aspirado a ser maestra de educación física. Y la última: ser gay no fe una opción para mí. Ahora una confesión: conduzco un auto familiar… y tengo un gato.
Hoy quiero contarles una historia de miedo, ira, elección, amor, y sobre aceptar el amor de los demás. Me imagino que todos ustedes han pasado por sus propias historias, o están pasando por algunos de los mismos procesos. Yo crecí con mucho miedo. Crecí en una familia disfuncional en una zona muy rural de Montana, con 2500 habitantes. Conocía a la mayoría por sus nombres y, como en cualquier pueblo pequeño, hay un montón de rumores. Uno sabe de los asuntos de todos los demás porque no hay nada más que hacer. Yo no sabía mucho acerca de otros tipos de personas. Creo que, en el cuarto grado, una familia afroamericana se mudó al pueblo y yo pensé “¡Esto es increíble!”. A veces escuchaba rumores y lenguaje despectivo sobre los gays, pero no conocía a ninguno. Yo no sabía nada al respecto.
Al pasar el tiempo, terminé viviendo con otra familia durante los últimos años de mi adolescencia. Eran una buena familia mormona, muy conservadora. Me enviaron a la universidad porque yo quería ser mecánico de bicicletas. Ellos pensaron que era una mala idea y que yo debería ir a la universidad. Terminé yendo a la escuela en BYU Idaho y fue una experiencia realmente única para mí. Fue una yuxtaposición de algo realmente grandioso y algo realmente malo.
Durante ese período, mientras estaba en BYU Idaho, me di cuenta de que era gay. Por alguna razón me había perdido de eso los primeros años de mi vida… pero no había lugar para eso. No había un lugar en mi religión. No había lugar en mi testimonio. No había lugar en mi familia. No me sentía como si hubiera un lugar en esta iglesia. Sentía mucha vergüenza e ira y no lo podía entender. Me llevó un poco de tiempo. Me llevó un poco de tiempo lograr pasar a través de eso; conseguir estar allí en BYU Idaho, donde se suponía que debía ser perfecta.
Había trabajado muy duro para ser perfecta. Yo sabía que esto (ser gay) era parte de mí y entonces me enfoqué realmente en cumplir con mis llamamientos, enseñar clases de escuela dominical, ir a los devocionales, a las noches de hogar, a cada charla fogonera, sirviendo cada vez que podía… porque no sabía qué mas hacer. Pensaba que si hacía todas esas cosas, esta “cosa” se iría… pero no fue así. No desaparecía. Seguía frustrada y con esa cantidad (significativa) de vergüenza, me sentía como si no mereciera el amor de nuestro Padre Celestial. Me cerré a mi familia, me cerré mis amigos y me aislé por un largo tiempo.
Sentí que sólo tenía dos opciones y realmente no me gustaba ninguna de ellas. La primera era dejar la Iglesia y ser auténtica sobre lo que yo sentía. La segunda era permanecer en la Iglesia y ocultarlo. Sentía que no podía hacer ninguna de esas cosas. Ninguna de esas cosas eran lo que yo quería hacer.
Pasé los siguientes siete años enojada. Me imagino que todos ustedes han sentido un poco de ira en su vida. Aún iba a la iglesia por mis conexiones sociales, pero me gustaba pasar mi tiempo en los pasillos, acostumbraba irme después de la primera reunión, y entonces me enojaba por eso. Recuerdo que un día estaba con mis compañeros, que eran todos mormones, (me caen muy bien los mormones) y yo estaba de mal humor respecto a la iglesia, y estaba diciendo todas las cosas que no funcionaban para mí, y una chica dijo: “Entonces, ¿por qué no te vas? Si es tan malo, ¿por qué no te vas?” Y yo respondí: “Bueno, porque no quiero”. Y en ese momento tuve una gran sensación de claridad. Ahí mismo. Porque no quiero. No quería irme, pero quería cambiar la forma en que me sentía. Esa fue la primera vez que empecé a hacer mejores preguntas. Me puse de rodillas y le pedí a mi Padre Celestial lo que sentía por mí… si Él me amaba… Y si estaba de acuerdo con la forma en que yo era… Y algo realmente hermoso sucedió. Mi mundo cambió porque tenía un Padre Celestial que me amaba… y yo no estaba rota.
Mi curación comenzó con el amor. El amor de mi Padre Celestial. Había algo que no entendía sobre el primer mandamiento de amar a Dios: que se trataba de una relación y no importa lo mucho que sirviera y lo mucho que amara, no era una verdadera relación porque yo no era capaz de aceptar Su amor. Y entonces, cuando yo fui capaz de aceptar su amor, Él (el amor de Dios) abrió mi mundo.
Empecé a ir de nuevo a la iglesia, pero realmente no sabía qué hacer. Así, todavía mentí un poco. Nosotras las chicas, cuando nos juntamos, sobre todo en los barrios de adultos solteros, tendemos a tener un enfoque tipo secundaria sobre las citas. Cuando hablábamos de los muchachos con los que nos habíamos besado… ya saben, yo inventaba algo. Me sentí como si hubiera aterrizado de nuevo en la elección de la opción uno o la opción dos. Aún no funcionaba para mí.
Después de siete años en Boston sentí fuertemente que tenía que mudarme a Seattle. Todos mis amigos estaban en Boston. Yo tenía un trabajo impresionante en Boston. Me encantaba Boston. Yo sabía que si venía aquí (a Seattle) sería muy duro. Las personas que me conocen bien, saben que yo soy algo obstinada y que me gustan las cosas difíciles y pensé: “¡Esto podría ser un riesgo increíble!” Pero, cuando llegué a Seattle, me dieron la oportunidad de reiniciar. Yo pensé: “¿Qué pasaría si era honesta?… ¿Y si hubiera algo intermedio? ¿Qué pasaría si sólo dijera a la gente, ‘¡Esto es un pedazo de mí y te amo!’?… Y los amo, en primer lugar”
Cuando tuve el cambio de paradigma de centrarme en “amarlos a ellos primero”, cambió mi mundo en la iglesia. Todos los domingos, mi objetivo era servir al menos a cinco personas nuevas y tenía un tablero en mi pared del dormitorio con la gente que iba a conectar, gente con la que iba a salir en citas dobles, ¡Yo tenía un plan! Al principio, mi razonamiento era bastante simple: Quería volver a mi hogar… y quería volver a un lugar donde realmente me sintiera en casa.
Cuando empecé a centrarme en “a quién podría amar” en lugar de “quién no me estaba amando”, mi mundo cambió realmente. Todavía había momentos -no todo era perfecto- en que me sentía acorralada. Obviamente me veo diferente a otras personas y la gente se hacía preguntas. ¿Cómo podría yo ser mormona y gay? Lo que yo hacía era escucharlos y amarlos y siempre darles las gracias por darme la oportunidad de ver una perspectiva diferente. Para darles tiempo de verme, de ver lo que soy.
Por ser gay y mormona, mi vida ha cambiado. Cuando vivía en Conrad, Montana, yo no era muy tolerante. No era muy cariñosa y no aceptaba las cosas diferente. Ser gay me ha dado la capacidad de ser amable. Hablamos de Laman y Lemuel y sus corazones endurecidos… Siento como que pasé un montón de años con ese corazón y esta oportunidad me dio la posibilidad de ver a la gente como es y amarla de verdad.
Encontré movimiento y aprendizaje en esta experiencia. Lo primero porque yo no tenía ningún movimiento en mi testimonio o en mis relaciones cuando estaba enojada. Estaba congelada. Me había quedado atrapada exactamente donde estaba. Lo segundo porque me tuve que mudar de mi cabeza a mi corazón. Al ser capaz de sentir la Iglesia en mi corazón, y sentir el Espíritu, cuando estaba rodeado de gente que me encantaba, lo entendí. Entendí los mensajes sencillos. Cuando me metía en mi cabeza y trataba de hacer que todo el plan funcionara, no lo lograba y me sentía enojada y frustrada. Mi segundo aprendizaje mas grande fue que viví el evangelio en mi corazón. La tercera cosa que aprendí fue que somos más parecidos de lo que somos diferentes. Así que (les confieso) en realidad me encanta cortarme el cabello y ver películas de chicas, me gusta cantar canciones de la iglesia, y escuchar el Coro del Tabernáculo Mormón en mi coche.
También aprendí a hacer mejores preguntas. Cuando me mudé al barrio Elliott Bay hace poco más de un año, me reuní con el obispo, una práctica bastante normal. Estaba un poco nerviosa porque no sabía lo que iba a pasar, porque yo ya había decidido que iba a ser honesta. Me senté con él y le dije un poco de mi historia. Yo estaba dispuesta a -no sé qué- estaba lista para algo. No sabía lo que iba a suceder. Mi obispo se puso a llorar… y dijo: “Debe haber sido muy difícil salir del clóset en BYU Idaho. Si te sientes cómoda, ¿me podrías hablar sobre eso?” Sin asumir nada… compasión plena… y sólo amor. Alma enseñó a su pueblo que estamos para consolar y llevar las cargas de los otros, para que puedan ser más ligeras. En ese momento, él aligeró mi carga.
El siguiente paso fue un poco más difícil: dejar que el barrio me amara. Yo era bastante buena en “voy a poner mi energía allá afuera” pero todavía tenía dudas. Yo dudaba de que en algún momento podría ser rechazada, que en algún momento me dirían que no era lo suficientemente buena o que no pertenecía a ese lugar. Hubo un punto en el que sólo cedí al amor de nuestro Padre Celestial y dejé que el barrio me amara.
Mi experiencia de ser gay y mormón ha creado esta profunda comprensión del amor. Le dije a uno de mis buenos amigos este año que yo sólo quería dejar mi trabajo y amar a la gente. Quería amar a mis hermanos y hermanas. Quería que ellos sintieran lo que yo vislumbré con mi obispo ese día. Esa visión de que yo pertenecía, que valió la pena, que me necesitaban, y que había un lugar para mí en mi casa.
Siento que el último año ha sido un zumbido. El Espíritu me ha llevado al barrio en el que estoy en en este tiempo, y yo lo sé. Sé que hay un lugar para todos nosotros. Sé que cualquiera que quiera estar aquí puede crecer y aprender del Espíritu. Siento la veracidad del Evangelio y siento el amor continuo de Dios mediante la oración y la revelación personal. Por encima de todo, testifico que hay un lugar para ustedes y los invito a que vengan a casa.
Soy una persona que practica surf, soy una ciclista, y soy una mormona abiertamente gay. Digo estas cosas en el nombre de Jesucristo, Amén.
Thanks for the marvelous posting! I quite enjoyed reading it, you
happen to be a great author.I will always bookmark your blog and will
come back later in life. I want to encourage
you continue your great work, have a nice afternoon!